viernes, 5 de diciembre de 2014




       Zen en el arte de escribir es el manifiesto estético literario de Ray Bradbury. El título, publicado en 1992, comprende once ensayos sobre la repercusión artística que la escritura, interpretada y sentida como un placer, puede ejercer en todo escritor o aspirante a creador literario. Ray Bradbury no escribió este título expresamente, sino que recopiló una serie de ensayos suyos sobre este asunto escritos entre 1961 y 2002. Nuestro autor no sigue un orden cronológico. La disposición de estos ensayos sigue un ritmo metodológico y estilístico. El primer ensayo, "The Joy of Writing" («El placer de escribir») parece —diría que 'es'— un sensitivo prólogo del contenido, y el último, "On Creativity" («Sobre la creatividad... »), una ponderada coda lírica, el contrapunto poético
de su propia carrera literaria. Ray Bradbury te habla como un amigo, como un cercano maestro, incluso, a veces, parece estar confesando sus más íntimas experiencias y vivencias literarias al  psicoanalista que únicamente existió en su propia obra, pero que ahora cobra vida física en su anónimo lector. En definitiva, el título parece estar escrito para TI, el lector. Y además, Bradbury comparte con cada lector, íntima e individualmente,  parte del secreto de su talento literario:

1. "Debes amar la escritura y escribir a diario y/o debes escribir a diario para amar la escritura".  De ahí que nos aconseja empezar a escribir diariamente un mínimo de 1,000 palabras. Porque según él, "la práctica lleva a la perfección".
2. "Sigue un régimen semanal: Escribe los lunes, al día siguiente reescribe lo ya escrito". Esto es lo que él denomina el "crop filtration" ('filtrado de la porquería'). "Y el sábado, prepara el manuscrito para continuar: lava, enjuaga y repite".
3. "Explota". Según Bradbury hay dos tipos de explosión en el escritor: La "IED, "Improvised Explosive Device"  ('Dispositivo explosivo improvisado'), que te puede hacer pedazos; y la verdadera explosión del escritor, la que él denomina "Explosion of popcorn" ('explosión de la palomita'), con ésta el futuro y/o el consagrado escritor se libera de sus inhibiciones y prejuicios. 
4. "No pienses. Es decir, no pienses demasiado. Escucha tu subconsciente, esa figura oscura que hay detrás de tu corazón y que no deja de hablarte. Ella te dice lo que está bien y lo que está mal". 
5. "Debes usar y seguir tu propia voz". Con esto, Bradbury explica que "la búsqueda de fama, popularidad, dinero o reconocimiento literario es tan inútil como un ordenador sin software", o dicho hoy día de otro modo, como un programa informático sin ordenador. 
6. "Embriágate de escritura, para que la realidad no te destruya". 
7. Si haces lo que amas triunfarás (si escribes lo que deseas, conseguirás ser leído).

     Hasta aquí los puntos que considero claves de este mágico manifiesto estético literario que hoy día, cuando hasta nuestras mascotas (perros, gatos, ratones, tortugas y reptiles) se erigen en protagonistas o incluso autores de muchos de los libros que desbordan las librerías en una era en la que la lectura canónica es el mensaje de Whatsapp y nuestra escritura se graba sólo en Facebook o Twitter, es ahora, más que nunca, cuando hay que leer Zen en el arte de escribir. Porque este tratado, sencillo y directo, que puede leerse y comprenderse en apenas dos o tres cómodas sesiones vespertinas, es el verdadero ZEN de la creatividad literaria, que libera, como pocos, al escritor reprimido, escondido, perdido o esclavo de nuestro subconsciente cuando el lector descubre que escribir es una celebración, una fiesta, una liberación, y no un deber, una tarea, una meta u obligación.  Al contrario que la
mayoría de libros o talleres sobre escritura, éste no insiste en absoluto en la cuestión técnica o estilística, porque según Bradbury la clave del éxito está en leer y ponerse a escribir libremente, sin ataduras ni inhibiciones. Zen en el arte de escribir nos trae la fiebre, el entusiasmo, el deleite que Bradbury encontró en la escritura, haciendo de ésta uno de los grandes amores de su vida -junto a su esposa y sus tres hijas- y que, ahora, hace también nuestros.