sábado, 6 de junio de 2015

EL PRIMER RELATO PSICOLÓGICO AMOROSO DE RAY BRADBURY
(Publicado en Weird Tales, Mayo 1944)

«Me acababa de dar cuenta de que por fin había escrito todo un gran relato. El primero tras diez años escribiendo. Y no sólo era una bella historia, sino además una especie de híbrido, algo en la frontera de lo nuevo. No un tradicional cuento de fantasmas, sino un cuento sobre el amor, el tiempo y los recuerdos». En efecto, el cuento puede ser sobre cualquier aspecto de la vida menos un "weird tale" ('cuento raro'). Con «El lago», Ray Bradbury viaja hacia sus más íntimas entrañas para explorar un recuerdo de la infancia en su Waukegan natal. En ese viaje en el tiempo descubre, por fin, su voz más distintiva e inconfundible: la fantasía autobiográfica, lírica, sentimental, obsesiva y arrebatadora. Contado el cuento desde la perspectiva de un niño de doce años, cuya amiga y primer amor de cabellos dorados acaba ahogándose en las misteriosas aguas del Lago Michigan, el infortunado protagonista también se ahoga en un profundo océano de nostalgias, soledades, pérdida del amor y muerte; motivos que reverberarán constantemente durante toda su futura carrera literaria. El cuerpo de la niña nunca aparecería, sería para siempre engullido por las abismales aguas del lago, y años más tarde, ese mismo joven, hecho un hombre, casado y padre de familia, vuelve a su pueblo y pasea por el mismo escenario de aquella fatídica tarde de verano para liberar a su perdida e inolvidable amiga de las garras del lago: 


«Era septiembre. Los últimos días, cuando todo se vuelve triste sin razón aparente. La playa era tan larga y solitaria, con sólo seis personas. Los niños dejaron de jugar con la pelota porque el viento soplaba triste con ese silbido que hacía, y los niños se sentaron y sintieron el otoño venir por la interminable orilla. [...]   Descendí hacia el agua dejándola cubrirme hasta el vientre. Antes no me había atrevido a mirar. Pero ahora, era un hombre cortado por la mitad. Un mago. El agua es así. Parece como si estuvieras cortado por la mitad y que una parte de ti, de azúcar, se va disolviendo. Agua fresca, y de vez en cuando una señora ola tambaleándose contra ti con una florida caricia. La llamé. La llamé docenas de veces: "Tally! Tally! Oh, Tally!".  [...] Yo sólo tenía doce años, pero sabía lo mucho que la quería. Era ese amor que está por encima de la materia y el espíritu... [...] Volví caminando de la playa hacia donde una extraña e imponente persona llamada Margaret [su esposa] me esperaba con una sonrisa...»