FAHRENHEIT 451: EL CREDO DE FUEGO DE RAY BRADBURY
Es evidente que esta novela es el primer tratado de ciencia ficción de nuestro autor, desde un prisma distópico. La publicación de Fahrenheit 451 (1953) es el contrapunto a una vertiginosa creación literaria dentro del mundo de la fantasía, que a partir de esta nota distópica dará lugar a nuevos leitmotivs encaminados a crear un género nuevo y de su propio cuño que bien podría denominarse «ciencia ficción fantástica». El propio Bradbury, al poco de publicar la novela manifestó su declaración de intenciones: «Creo que la ciencia ficción y la fantasía ofrecen los más vívidos y actuales enfoques a muchos de los problemas de nuestro tiempo, y por eso siempre espero escribir siguiendo esta fórmula vívida y vigorosa, diciendo lo que pienso sobre la filosofía y la sociología en nuestro futuro más inmediato».
Con semejante afirmación, Bradbury confirma esta novela como su verdadera prueba de fuego como novelista, o dicho de otro modo, su credo de fuego como escritor, si reparamos en la fuerte carga de preocupación social reflejada en el mensaje central de la misma. Bradbury no escoge un asunto ni una forma de escribir pensando únicamente en divertir o entretener al lector. Él opta por motivar al lector con un asunto trascendental en nuestra sociedad y nuestras vidas: la importancia de la lectura. Bradbury, por consiguiente, no está interesado en escribir ciencia ficción fantástica simplemente por el hecho de que ésta pueda dar rienda suelta a nuestra imaginación con la invención de acontecimientos futuros aún desconocidos para todos nosotros y de consecuencias impredecibles y/o nefastas. Fantasía o ciencia ficción, de acuerdo, pero lo que aquí importa es el propósito, no el género. El propósito, la intención es la crítica social. Y lo que Bradbury, de este modo, pretende es exponer una crítica social que puede hacer estremecer nuestras almas y golpearnos la cabeza tan fuerte como si fuésemos sacudidos por un martillo en llamas.
Fahrenheit 451 no ofrece una ácida crónica del futuro, sino del presente. Y este es precisamente el sentido y el significado crucial del discurso de Beatty en la novela. El capitán explica cómo su sociedad perfecta ha ido evolucionando hasta su estado presente; pero en dicho proceso él muestra las semillas de ese futuro claramente en nuestro presente, no sólo en el del pasado siglo, sino en el nuestro, en el del siglo XXI. Nos encontramos en un punto de no retorno, donde, como bien apunta Beatty, «el futuro ha ya sido establecido», y la sociedad ha renunciado a la cultura. El ser humano, en esta sociedad distópica, no llega a ser del todo «humano».

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