domingo, 29 de agosto de 2021

"El ruido de un trueno" ("A Sound of Thunder"), de Ray Bradbury

 LAS DORADAS MANZANAS  DEL SOL

Primera edición, Doubleday, Nueva York, 1953


        The Golden Apples of the Sun, una colección de relatos cortos es publicada por Doubleday, en Nueva York en 1953, dos años después de The Martian Chronicles y un año después de The Illustrated Man. En la obra, al igual que sus predecesoras, estaría destinada a convertirse un clásico de la literatura universal. Al año siguiente de la publicación de la obra, la favorable crítica que recibe la obra en la prestigiosa revista Time hace que Bradbury se gane el sobrenombre de «Poet of the Pulps» ("El poeta de los pulps/Fancines"). Las manzanas doradas del sol es además la colección de relatos que llamaría especialmente la atención del director de cine John Huston, con quien Bradbury acabaría trabajando en Irlanda, como guionista para la película Moby Dick, entre octubre de 1953 y febrero de 1954.


    

En esta colección de relatos, Bradbury demuestra su especial talento para fusionar la fantasía y la ciencia ficción, con relatos como «The Fog Horn» ('El cuerno de niebla'), el relato preferido de Huston, y otros como «A Sound of Thunder» ('El ruido de un trueno'), un auténtico poema en prosa con el que nuestro autor revive a un Tiranosaurio Rex cuarenta años antes que Steven Spielberg. Pero la colección, que no tiene desperdicio, también contiene otros tantos relatos como «The Pedestrian» ('El peatón'), presagio del escenario distópico que Bradbury creará en Fahrenheit 451, «The Flying Machine», que bien podría haberse incluido como un relato más para Crónicas marcianas, «A Sound of Thunder» donde el viaje del tiempo articula las ideas de la ciencia ficción al poner en contacto, en una misma dimensión, pero de más de 200 millones de años, al humano y al dinosaurio. También encontramos otro hermoso relato, «The Wilderness» ('El desierto'), que Bradbury no incluye en la primera edición de The Martian Chronicles, pero sí decidirá incluir en posteriores ediciones de la obra a partir de 1953.

   Quedémonos, en esta ocasión, con el relato que da nombre a toda la colección, «The Golden Apples of the Sun», y que Ray Bradbury toma del célebre poema «The Song of Wandering Aengus», del Nobel de poesía angloirlandés W. B. Yeats (1865-1939), en concreto de su poemario The Wind among the Reeds (1899): 

 

Though I am old with wandering

Through hollo lands and hilly lands, 

I will find out

Where she has gone,

And kiss her lips and take her hands;

And walk among long dappled Grass,

And pluck till time and times are done,

The silver apples of the Moon, 

The Golden Apples of the Sun 


Que podemos traducir como: 


Aunque viejo estoy ya para vagar sin rumbo

entre valles y montañas,
averiguaré dónde se ha ido ella,
y besaré sus labios y cogeré sus manos,

y caminaré por la alta y abigarrada hierba,

y cogeré hasta el fin de los tiempos

las plateadas manzanas de la luna,

las doradas manzanas del sol.




Portada de "Planet Stories" con el relato (1953)

De hecho, en el poema de Yeats, la voz lírica es la de un anciano que rememora un acontecimiento acaecido en su vida mucho tiempo atrás, cuando durante una tarde de pesca capturó una trucha plateada y mágica que se convertiría en una fascinante y hermosa joven, desde entonces causa y origen de esa búsqueda iniciática de sí mismo, durante toda una vida, en un futil intento de encontrar a aquella hermosa doncella que se desvaneció justo al pronunciar su nombre. Tanto en el poema de W. B. Yeats, como en el relato de Bradbury, el lector ha de dar el salto del mundo físico y real de los sentidos al mundo abstracto y simbólico de la fantasía. Leamos un breve fragmento de la escena inicial de  Las doradas manzanas del sol":





Su cohete era el Copa de Oro (en español en el original), también llamado el Prometeo y el Ícaro, y su destino era, con toda certeza, el sol abrasador del mediodía. Con el ánimo por las nubes habían cargado dos mil limonadas y mil botellas de cerveza rubia para este viaje al vasto Sáhara. Y ahora que el sol hervía ante ellos, recordaron un puñado de versos y unas cuantas citas:
—¿Las doradas manzanas del sol?
—Yeats
—¿No vuelvas a temer el calor del sol?
—¡Está claro, Shakespeare!




domingo, 22 de agosto de 2021

       "YO SOY MI ABUELO, MI ABUELO SOY YO"

Portada de la primera edición, en 1957, en la editorial Doubleday.


    Un día como hoy, en la tarde del 22 de agosto de 1920, nacía Ray Douglas Bradbury, hace ciento un años. Su nacimiento se convertirá en un granítico leitmotiv a lo largo y ancho de buena parte de su ingente producción literaria. El nacimiento, por tanto, de Bradbury permanecerá como el punto de partida de sus siguientes procesos literarios. Pero hasta su nacimiento iba a ser diferente, pues Bradbury necesitó diez meses para venir al mundo a contarnos sus historias entre Las manzanas doradas del sol, El vino de diente de león, llevándonos como tripulantes de sus Crónicas marcianas y enseñándonos a apreciar el incalculable valor del olor del papel del libro en Fahrenheit 451. Como modesto aunque sentido homenaje a este maestro de la fantasía y de la ciencia ficción hecha fantasía, quedémonos hoy con esta confesión titulada "I am my Grandfather, My Grandfather is Me", como parte de las reflexiones y confesiones que compartiera con Sam Weller, amigo y destacado biógrafo, el 18 de septiembre de 2010:



«Recuerdo cómo nací cuando vine al mundo. Mi abuelo estaba allí, y sabía que con el tiempo yo recordaría mi nacimiento. Por eso comencé a desarrollarme cuando tenía solo dos años. Él me sentaba en su regazo y me ponía una pequeña radio de cristal en la mano. Era una pequeña radio de cristal con una bobina de alambre de cobre que girabas con una aguja. Me colocaba unos auriculares en las orejas y así podía oír música que venía de miles de millas de distancia. Eso era a mediados de 1922, cuando se acababa de inventar la radio. No había cadenas de radio ni se oían voces humanas, solo una música estaba a más de dos mil millas de distancia. Mi abuelo me puso en contacto con la invención de la radio. Eso era cuando yo tenía dos años, al años siguiente, cuando tenía tres, me dijo que saliera a la calle con un pequeño saco y lo llenara de dientes de león para traerlo a la bodega del sótano. Mi abuelo roció el diente de león en la prensa de vino y me dijo: "Presiona los dientes de león y ayúdame a hacer el vino de diente de león". Así es como me enseñó a hacer el vino de diente de león».
(Weller, Sam, Ray Bradbury: The Last Interview and Other Conversations, págs. 59-69). 


    Bradbury con solo tres años acababa de descubrir el tesoro que se esconde en las buhardillas y los sótanos de las casas de nuestros abuelos o padres, por eso en 1964 Bradbury, como adulto de cuarenta y cuatro años, afirmaría: «Uno de los aspectos más desgraciados de nuestra era es que ya no tenemos buhardillas ni sótanos en los que guardar el pasado».