miércoles, 20 de agosto de 2014



     El creador de personajes célebres de la literatura fantástica como Tarzán o John Carter, de mundos como Barsum (Marte) y Pellucidar (centro de la Tierra) es conocido hoy día como uno de los fundadores de los «pulp fiction», en su tiempo considerado un subgénero literario por el canon y la norma académica de la época. Burroughs fue un autor prolífico donde los haya y de una extraordinaria imaginación, como dan prueba de ello sus novelas históricas, de la jungla, westerns y, fundamentalmente, sus innumerables entregas de relatos ambientados en Marte, Venus y el centro de la Tierra, que con el tiempo darían lugar a novelas como Una princesa de Venus, Los dioses de Marte o Una princesa de
Marte, por mencionar sólo unos cuantos títulos. Pero en esta ocasión no vamos  hablar de su obra, sino del papel que una de sus novelas en concreto, The Gods of Mars, ejerciera en Ray Bradbury cuando éste aún no había cumplido los 12 años de edad. Bradbury acababa de descubrir la posibilidad de otros mundos y héroes en escenarios estelares como Marte, pero los medios materiales para continuar «devorando» las siguientes entregas de esta saga de uno de sus autores preferidos durante su infancia le hicieron tomarse la libertad de continuarla él mismo con los medios más rudimentarios a la mano, guiado en todo momento por su eléctrica y compulsiva imaginación, que, a su vez, le revelaba su misión en el mundo como futuro novelista:

«No podía esperar un año hasta que saliera el próximo título, y lo que es peor, cuando ni siquiera podría permitirme comprarlo y las bibliotecas no lo traían porque no lo consideraban apto para niños. Todavía faltaba mucho para mi próximo cumpleaños y para Navidad; así que decidí sentarme con mi amigo Bill Arno, sacamos un rollo de papel de estraza y empezamos a escribir e ilustrar la siguiente secuencia para Los dioses de Marte, en la que se me ocurrió la manera para que la heroína pudiera resistir un año atrapada en la prisión y finalmente escapar. Me lancé de lleno al negocio de la novela» (Entrevista con Craig Cunningham, Los Angeles 1961).


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